Soy bastante metódico. No me queda más remedio. Entre mi trabajo en el laboratorio y la búsqueda de información en las bibliotecas de la ciudad, no me queda tiempo para el ocio, tan necesario para el ser humano. No sé como algunos se atreven a decir que soy un puñetero vago. Esta mañana hurgaré en la biblioteca de la facultad de Historia. No tengo carnet, ni nada de esas chuminadas de las que presumen los universitarios. Me colaré por las ventanas si hace falta.
Desde el laboratorio,
August
Creo que venimos al mundo para dar todo lo que llevamos dentro. Nuestra misión es alcanzar las cotas más elevadas y nobles que se pongan a nuestro alcance. Nada de conformarse, eso sería renunciar al espíritu más sagrado que forma parte del ser humano desde hace más de cien mil años. La ciencia alquímica me facilita enormemente esa tarea. Desde un principio material, sucio y físico, lo transformo en la nada, y a partir de aquí lo alzo hacia la perfección cuántica, eléctrica y cristalina.
¡Oh Hermes! Ayúdame en esta difícil tarea.
Desde el laboratorio,
August
Estoy harto. Todo el mundo me dice lo que tengo que hacer, todo el mundo se cree lo suficientemente perfecto para dar consejos Yo os llamo idiotas… August tienes que encontrar un empleo, August tienes que encontrar a una chica, August cada día estás mas calvo -deberías hacer algo-, August te estás convirtiendo en un bicho raro, August los alquimistas no tienen futuro, August la Alquimia es una mierda, August deberías ir con tu abuela de paseo, August no malgastes la indemnización que recibiste tras la muerte de tus padres…
El mundo está lleno de desagradecidos. Yo me encierro en mi laboratorio, días y días, para encontrar la fórmula secreta que me permita transformar el aire en oro… ¿Por qué nadie elogia mis padecimientos? Yo quiero compartir mi gloria.
¡Anita tu eres la única que me comprende!
Desde el laboratorio,
August.
Sí, de acuerdo. Vivo con mi abuela y… ¿Qué pasa?. Algunos de ustedes se reirán, lo sé. La explicación es lógica. Mis padres fallecieron el año pasado cuando se dirigían hacia Torremolinos en un autobús repleto de jubilados. El siniestro fue trágico. Como decía, el autobús lleno de ancianos fue aplastado por un tramo eólico al desprenderse de la plataforma del transporte especial que lo acarreteba. El tubito pesaba más de 50 toneladas. Lo mejor de todo, la indemnización: más de trescientos mil euros.
El autobús se transformó en una especie de papilla sanguinolenta. Sesenta personas fallecieron en el siniestro, entre las víctimas se encontraban mis padres. Mi abuela se salvó por los pelos, una estúpida gripe fue la culpable. Mi abuela se llama María. Está hasta las narices de mí, y yo de ella.
– ¡August, August…Tienes la cena lista! Ah…y no te retarses con tus mariconadas.
– ¡Qué poco respeto tenemos los alquimistas!
Me llamo August. Soy un tipo raro, muy raro. Mis aficiones son anormales y estúpidas. Lo confieso. Intento, en vano, crear oro en un crisol de granito, como hacían mis amigos los alquimistas desde hace más de ocho año.. De vez en cuando hay alguna explosión en mi laboratorio. Los vecinos se quejan, llaman a mi puerta, una y otra vez; pero no les hago ni caso ¡Que se joroben, pandilla de momias crepusculares! Bueno, Anita es diferente. A ella también le tienen sorbido el coco las culturas que se encuentran a millones de años luz. Es una chica extrordinaria. Aún no ha visto mi maravilloso laboratorio. Tal vez ella, quiera ser mi ayudante. Tengo que preguntárselo. ¡Perdonad…Un momento, están llamando a la puerta! ¡Grrgggg…Otra vez los macabros vecinos!
Continuará…
Hoy al despertarme, no me sentía nada bien. Me levanté de la cama, miré hacia mis pies, algo había pasado. Mis extremidades inferiores se habían convertido en dos tentáculos, con ventosas y todo. Me acerqué hasta la cocina, arrastrándome por el pasillo, abrí uno de los cajones, saqué el cuchillo con el filo más grande y cortante; y degollé mis piernas tentáculos. No manaba sangra, era un líquido de color verde que adquirió vida mientras éste se acumulaba en el suelo de la cocina. Tras unos breves segundos de agonía, ante mí tenía un hombre con cabeza de rata, me quitó el cuchillo y me degolló la cabeza. Ahora mismo me encuentro en el cuarto de la costura, cosiendo mi cabeza al troco de mi cuerpo.
Continuará
Saludos
Eduardo Sastre
Umanoides 