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Diego está organizando un ciclo acerca del superhombre nietzscheano en el cine. Proyectará cuatro películas en marzo, todas a las 18:00 en el Aula María Zambrano de la Facultad de Filosofía y Letras de Málaga. Bueno, quizás la de El padrino se adelante un poco porque es más larga que las demás. Él abrirá la sesión, haciendo una pequeña introducción, veremos la película y posteriormente se podrá participar en el debate que esperamos que haya. Todo el mundo es bienvenido. Éste es el programa:
Miércoles 9: El club de la lucha.
Jueves 17 Miércoles 16: Superman (fecha modificada porque coincidía con una conferencia del departamento de Filosofía).
Miércoles 23: El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford.
Jueves 31: El padrino.
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«Orlov. Éste era un verdadero vencedor de la sensualidad. Saltaba a la vista que aquel hombre tenía un poder ilimitado sobre sí mismo, despreciaba todos los padecimientos y castigos y no le temía a nada en este mundo. Advertíais en él una infinita energía, ansia de venganza, ansia por alcanzar la finalidad propuesta. Entre otras cosas, me asombraba su singular arrogancia. Todo lo miraba como desde una altura inverosímil, pero sin esforzarse para montar en zancos, sino de un modo natural. Pienso que no ha habido criatura en este mundo capaz de imponérsele por su sola autoridad. Todo lo miraba con tan extraña flema, cual si no hubiera nada en el mundo que pudiera asombrarle. Y aunque sabía que los demás reclusos le tenían respeto, jamás se propasó con ellos. Y eso que la vanidad y el engreimiento son patrimonio de casi todos los reclusos, sin excepción. Era sumamente franco y extraordinariamente sincero, aunque nada hablador. A mis preguntas me contestó en seguida que aguardaba a restablecerse para acabar de cumplir cuanto antes su castigo, y que antes de él había temido no poder soportarlo.
-Pero ahora -añadió, guiñándome un ojo-, asunto concluido. Aguantaré el número de golpes que me quedan y en seguida a marchar en partida a Perchinsk, ¡sólo que me fugaré en el camino! ¡Vaya si me fugo! ¡En cuanto se me ponga buena la espalda!
En realidad, no tenía más remedio que despreciarme a mí, e inevitablemente había de mirarme como a un ser humilde, débil, digno de lástima y por todos conceptos inferior a él. Al otro día le ejecutaron la otra mitad de la sentencia…»