Umanoides


¿Qué hacer con la nostalgia? by umanoidemanme

«El momento crucial se da en la transición desde unos signos que disimulan algo a unos signos que disimulan que no hay nada. Los primeros remiten a una teología de la verdad y del secreto (de la cual forma parte aún la ideología). Los segundos inauguran la era de los simulacros y de la simulación en la que ya no hay un Dios que reconozca a los suyos, ni Juicio Final que separe lo falso de lo verdadero, lo real de su resurrección artificial, pues todo ha muerto y ha resucitado de antemano.

Cuando lo real ya no es lo que era, la nostalgia cobra todo su sentido. Pujanza de los mitos del origen y de los signos de realidad. Pujanza de la verdad, la objetividad y la autenticidad segundas. Escalada de lo verdadero, de lo vivido, resurrección de lo figurativo allí donde el objeto y la sustancia han desaparecido».

Fragmento de La precesión de los simulacros de Jean Baudrillard.

La pregunta del título nos la hizo Luis Puelles en una clase de Corrientes de la Estética Contemporánea.



Ataque Verbal by umanoidemanme
febrero 5, 2009, 9:02 pm
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Fragmento de la película Ataque verbal dirigida por Miguel Albadalejo.



Un fragmento de Teoría King Kong by umanoidemanme

«Seguramente yo no escribiría lo que escribo si fuera guapa, tan guapa como para cambiar la actitud de todos los hombres con los que me cruzo. Yo hablo como proletaria de la feminidad: desde aquí hablé hasta ahora y desde aquí vuelvo a empezar hoy. Cuando estaba en el paro no sentía vergüenza alguna de ser una paria, sólo rabia. Siento lo mismo como mujer: no siento ninguna vergüenza de no ser una tía buena. Sin embargo, como chica por la que los hombres se interesan poco estoy rabiosa, mientras todos me explican que ni siquiera debería estar ahí. Pero siempre hemos existido. Aunque nunca se habla de nosotras en las novelas de hombres, que sólo imaginan mujeres con las que querrían acostarse. Siempre hemos existido, pero nunca hemos hablado. Incluso hoy que las mujeres publican muchas novelas, raramente encontramos personajes femeninos cuyo aspecto físico sea desagradable o mediocre, incapaces de amar a los hombres o de ser amadas. Por el contrario, a las heroínas de la literatura contemporánea les gustan los hombres, los encuentran fácilmente, se acuestan con ellos en dos capítulos, se corren en cuatro líneas y a todas les gusta el sexo. La figura de la pringada de la feminidad me resulta más que simpática: es esencial. Del mismo modo que la figura del perdedor social, económico o político. Prefiero los que no consiguen lo que quieren, por la buena y simple razón de que yo misma tampoco lo logro. Y porque, en general, el humor y la invención están de nuestro lado. Cuando no se tiene lo que hay que tener para chulearse, se es a menudo más creativo. Yo, como chica, soy más bien King Kong que Kate Moss. Yo soy ese tipo de mujer con la que no se casan, con la que no tienen hijos, hablo de mi lugar como mujer siempre excesiva, demasiado agresiva, demasiado ruidosa, demasiado gorda, demasiado brutal, demasiado hirsuta, demasiado viril, me dicen. Son, sin embargo, mis cualidades viriles las que hacen de mí algo distinto de un caso social entre otros. Todo lo que me gusta de mi vida, todo lo que me ha salvado, lo debo a mi virilidad. Así que escribo aquí como mujer incapaz de llamar la atención masculina, de satisfacer el deseo masculino y de contentarme con un lugar en la sombra».

Teoría King Kong – Virginie Despentes – Traducción de Beatriz Preciado.



Alfa Hembras by umanoidemanme
May 6, 2008, 10:45 am
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«Hasta aquí no puedo afirmar que mi insurrección de género me haya situado en una posición de víctima. En realidad, mi amor con V. D. es la culminación de una carrera sexual de alto conquistador sin polla que se inicia en mi tierna infancia: desde cuarto del antiguo EGB, salgo únicamente con las chicas más sex de la clase y no estoy dispuesto a declinar ese estatus. Con catorce años, mi primera psicoanalista me explica que lo que yo quiero es echarle un pulso a Dios. No entiendo su insistencia en que debo renunciar, para alcanzar la salud mental, a mi deseo de follar únicamente con el top de la fémina, con las alfa hembras, con las superputitas, un deseo que ella llama <<megalómano>>. Si considera ese deseo como excesivo es porque no soy un bio-hombre; si no ese deseo llevaría simplemente el título de <<auto-estima>>.

Desde niña poseo una polla fantasmática de obrero. Reacciono a casi cualquier culo que se mueve. Me da lo mismo que sean culos de niña o de mamá, de burguesa o de paisana, de marica, de monja, de lesbiana o de zorra. La respuesta es inmediata en mi sexo cerebral. Todas las chicas, las más guapas, las más heterosexuales, esas que esperan a un príncipe azul naturalmente testosteronado, están en realidad destinadas, aún sin saberlo, a volverse perras penetradas por mis dildos. Hasta los doce años estoy en un colegio no mixto y católico. Un verdadero paraíso lésbico. Las mejores niñas son para mí. Antes de haber tenido la ocasión de cruzar la calle y encontrarse con los niños del colegio de enfrente, ya han metido su lengua dentro de mi boca. Son mías.»

Beatriz Preciado, Testo yonqui (Madrid: Espasa, 2008), 75.



Amor de mi madre by umanoidemanme
febrero 13, 2008, 7:04 pm
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«Tres horas la tuve esperando en aquella plaza. Tres horas que hubiera podido pasar con ella. Mientras me esperaba, aureolada de paciencia, yo, imbécil y fascinado, prefería dedicar mis cuidados a una de esas poéticas damiselas perfumadas, abandonando así el grano por la paja. Tres horas perdí de la vida de mi madre. ¿Y por quién, Dios mío? Por una Atalanta, por un agradable acomodo de carnes. Me atreví a preferir una Atalanta a la bondad más sagrada, al amor de mi madre. Amor de mi madre, a ningún otro semejante.

Por lo demás, de haber perdido yo la fuerza, aquejado de súbita enfermedad, o sencillamente todos los dientes, la poética damisela le habría dicho a su doncella, señalándome, que barriera aquella basura desdentada. O, más noblemente, la musical mocita habría sentido, puramente sentido, y tenido la brusca revelación de que ya no me amaba y de que resultaría impuro no vivir en la verdad y seguir viendo a un hombre a quien ya no amaba. Su alma habría volado en un santiamén. Esas nobles personas aman a los hombres fuertes, enérgicos, resueltos, a los gorilas, en una palabra. Nuestras madres nos aman desdentados o no, fuertes o débiles, jóvenes o viejos. Y cuanto más débiles somos, más nos aman. Amor de nuestras madres, a ningún otro semejante».

Un fragmento de El libro de mi madre de Albert Cohen.